¡Hola a todos!
Soy Montserrat Valverde
Romera y vivo en Las Palmas de Gran Canaria. En julio de 2012 me diagnosticaron
cáncer de mama. Aunque nunca se me pasó por la cabeza que eso me pudiera pasar
a mí, ocurrió. La confirmación médica del mismo no fue una sorpresa, yo sabía
que era cáncer, la observación de síntomas en mi cuerpo me lo decía, sentía el
cáncer.
A partir de ese momento todo
se tambaleó, vinieron las agónicas pruebas, lista de espera para la cirugía,
primera operación, resultados desfavorables de la misma, una segunda operación
con mastectomía radical, posibles tratamientos, etc., y mientras tanto, en todo
ese proceso de muerte, llanto y desesperación llega mi primer rayo de luz, una
frase que leo de una ex paciente de cáncer “hay que ser el protagonista de la
enfermedad”. En mi interior caló hondo, yo soy la protagonista de mi
enfermedad, no son los médicos, ni mi familia, ni el hospital y sus pruebas,
SOY YO.
Me pregunté a mi misma, qué
era lo que podía hacer. Sentía que no tenía tiempo para buscar, que no tenía
ganas de buscar fuera, y una segunda idea recorrió mi mente “todo
tiene que ser más fácil, lo que necesito está conmigo o a mí alrededor”.
Me puse a buscar entre mis
libros, el primero que leí fue La
curación espontánea del Dr. Andrew Weil. El libro se centra en la
alimentación como forma de curación y cuestiona duramente los tratamientos ortodoxos del cáncer. Quedé
sorprendida, pues no tenía ni idea de medicina y tratamientos, y daba por hecho
que la ciencia médica curaba el cáncer. Tampoco sabía que los alimentos podían
tener grandes beneficios para los pacientes
de cáncer, y para todos, en general.
Estudié Ciencias de la Información,
Periodismo, creo que dichos estudios unidos a una personalidad investigadora me
han ayudado a curar y a seguir documentándome sobre esta enfermedad y sus
tratamientos. Fruto de esta investigación es este blogs que me gustaría que
sirviese de apoyo para personas que estén pasando por este proceso de
enfermedad.
Gracias a los
descubrimientos que fui haciendo, a la escucha activa de mi cuerpo, a un estado
de recogimiento que me embargó durante esos meses, logré sentir el cáncer no
como un enemigo, un monstruo del que había que deshacerse, sino como una apertura
a la vida, a la esencia de los seres humanos, y también como una transición a
la muerte…, y cuando esto ocurrió, deje de luchar, ya no tenía que hacer nada,
nada que buscar. Sentí que todo discurriría como estaba previsto, sentí que la
vida y la muerte van unidas y que no había nada que temer.
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