jueves, 24 de abril de 2014



¡Hola a todos!

Soy Montserrat Valverde Romera y vivo en Las Palmas de Gran Canaria. En julio de 2012 me diagnosticaron cáncer de mama. Aunque nunca se me pasó por la cabeza que eso me pudiera pasar a mí, ocurrió. La confirmación médica del mismo no fue una sorpresa, yo sabía que era cáncer, la observación de síntomas en mi cuerpo me lo decía, sentía el cáncer.

A partir de ese momento todo se tambaleó, vinieron las agónicas pruebas, lista de espera para la cirugía, primera operación, resultados desfavorables de la misma, una segunda operación con mastectomía radical, posibles tratamientos, etc., y mientras tanto, en todo ese proceso de muerte, llanto y desesperación llega mi primer rayo de luz, una frase que leo de una ex paciente de cáncer “hay que ser el protagonista de la enfermedad”. En mi interior caló hondo, yo soy la protagonista de mi enfermedad, no son los médicos, ni mi familia, ni el hospital y sus pruebas, SOY YO.

Me pregunté a mi misma, qué era lo que podía hacer. Sentía que no tenía tiempo para buscar, que no tenía ganas de buscar fuera, y una segunda idea recorrió mi mente “todo tiene que ser más fácil, lo que necesito está conmigo o a mí alrededor”.

Me puse a buscar entre mis libros, el primero que leí fue La curación espontánea del Dr. Andrew Weil. El libro se centra en la alimentación como forma de curación y cuestiona duramente  los tratamientos ortodoxos del cáncer. Quedé sorprendida, pues no tenía ni idea de medicina y tratamientos, y daba por hecho que la ciencia médica curaba el cáncer. Tampoco sabía que los alimentos podían tener grandes beneficios para los pacientes  de cáncer, y para todos, en general.

Estudié Ciencias de la Información, Periodismo, creo que dichos estudios unidos a una personalidad investigadora me han ayudado a curar y a seguir documentándome sobre esta enfermedad y sus tratamientos. Fruto de esta investigación es este blogs que me gustaría que sirviese de apoyo para personas que estén pasando por este proceso de enfermedad.

Gracias a los descubrimientos que fui haciendo, a la escucha activa de mi cuerpo, a un estado de recogimiento que me embargó durante esos meses, logré sentir el cáncer no como un enemigo, un monstruo del que había que deshacerse, sino como una apertura a la vida, a la esencia de los seres humanos, y también como una transición a la muerte…, y cuando esto ocurrió, deje de luchar, ya no tenía que hacer nada, nada que buscar. Sentí que todo discurriría como estaba previsto, sentí que la vida y la muerte van unidas y que no había nada que temer.

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